Los perros han desarrollado un músculo que les permite levantar las cejas, un cambio evolutivo relacionado con la domesticación que provoca en los humanos la necesidad de cuidarlos.
Los propietarios de perros están acostumbrados a que sus animales de compañía adopten un aire de tristeza e inicien un proceso comunicativo al levantar las cejas, ante el que la ternura del dueño se incrementa. Este particular es una característica propia del vínculo entre el hombre y el perro y, como ha dilucidado la ciencia, este movimiento de cejas permite que las personas y los cánidos se entiendan mejor, gracias a una característica relacionada con la domesticación y con la evolución canina.
Ahora, un nuevo estudio remarca que los perros han desarrollado músculos en los ojos para comunicarse mejor con los humanos. Una realidad que viene incrementada por los miles de años en los que el perro ha convivido con las personas, adoptando los cánidos habilidades cognitivas que ninguna otra especie animal ha logrado, ni siquiera los chimpancés. Esto se debe fundamentalmente a la presión de la selección evolutiva durante la domesticación.
La investigación, realizada por el Dog Cognition Center de la Universidad de Portsmouth (EE. UU.), comparó la anatomía y el comportamiento de los lobos con el de los perros, y los resultados han desvelado que la anatomía facial de los perros ha cambiado a lo largo de los siglos para permitirles comunicarse mejor con los seres humanos.
Durante el primer análisis detallado que comparaba la anatomía y el comportamiento canino con el de los lobos, los investigadores descubrieron que la musculatura facial de ambas especies era similar, salvo por los ojos. Los perros tienen un músculo pequeño que les permite elevar, de forma muy marcada, la ceja interna. Algo que los lobos no son capaces de hacer.
Los autores del estudio proponen que la elevación de la ceja interna desencadena una respuesta en los humanos —de cuidado o alimentación— al hacer que los ojos de los perros parezcan más grandes, sean más parecidos a los de los bebés humanos y, además, se parezcan al movimiento de sus dueños cuando están tristes.
“El movimiento AU101 —nombre con el que se le ha bautizado— es significativo en el vínculo humano-perro porque podría provocar una respuesta cariñosa por parte de los humanos, pero también podría crear la ilusión de una comunicación como la humana”, ha explicado Juliane Kaminski, psicóloga comparativa de la Universidad de Portsmouth y líder de la investigación.
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